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Selección 2020

Muestra Experimental / Experimental Shortfilms

La permanente oscilación entre lo unívoco y lo equívoco, lo denotativo y lo connotativo, lo determinado y lo indeterminado es la característica de una parte de las películas agrupadas en la selección experimental de este año. Rhizoma de Santiago Pérez Rodriguez, Por ahora un Cuento de Carla Melo Gampert y Telepatina el sueño de la rana de Carlos Armando Castillo, tres producciones colombianas  transportan una inmediatez de sentido que se diluye en sus normas internas de combinación, abriendo paso a un aparente sin-sentido, que no es más que la naturaleza hermética de un código cerrado del lenguaje privado que se produce en su interior. La ambigüedad del objeto de representación le da licencia a la forma plástica

para convertirse en tema. Esta misma característica, provoca una polisemia que nos obliga a acceder a lo impensado. Como los cubos de hielo de Freeze frame, que Soetkin Verstegen usa como segundas pantallas (internas), contenedores del movimiento infinito. Las pantallas son finitas, el movimiento dentro de ellas es perpetuo y en un afán por conservarlo, los archivistas no se percatan de que solo es suficiente un instante para que este no se detenga más, pues el estado sólido, efímero de estás pantallas heladas se diluye dejándonos un fuera de cuadro. El bucle, en estas cuatro películas, se vuelve cómplice de la vitalidad plástica expresada en la vibración, tanto del trazo, como del material de la imagen.

 

Este sin-sentido, parece encontrar un lugar en algunas propuestas de surrealismo animado contemporáneo, que en Lickalike de Rebecca Bloecher y Sounds Good de Sander Joon, adquieren una forma realista y figurativa que comparte espacio (o mejor dicho, tiempo) con la imagen abstracta de Supervielle de Leo García Franci y con un tratamiento a medio camino entre ellas dos en Ararauna de Evandro Machado. En estas cuatro producciones la espacialidad onírica escapa de las estructuras lógicas de la conciencia práctica del uso de las imágenes. Este surrealismo también adquiere un tinte expresionista en tres producciones que parecen ser el resultado de la objetivación elaborada de tres estados internos de la razón humana. Uno, que construye un ritual estético alrededor de la muerte, el cuerpo y el baile parece adquirir materia por medio de las técnicas vivas de la imagen en Para ver morir una mosca de Diego Felipe Cortez. Otro, que parece recurrir a la asociación espontánea y la accidentalidad en una especie de proceso biológico que produce una mostruosidad estética: Inventio (en seis actos) de Juliana Hernandez Rocha. Y un tercero que recurre al collage para recrear relaciones de incertidumbre sobre el sentido de pertenencia a un lugar social que en Subconscious Notes de Susann Arnold, parece resbalarse de las zonas de confort tradicionales.

 

Poniendo el foco en los espacios y objetos cotidianos, los movimientos de lo real, ocultos a simple vista, se hacen posibles por la imaginación en cinco cortometrajes de esta selección experimental, que parten del registro fotográfico para someter la imagen a deformaciones reguladas de su contenido usando el stop motion como una operación de montaje frenético, la rotoscopia como instancia de intervención de la imagen fotográfica y el retoque fotográfico como recurso para el develamiento de lo que ya estaba allí. En Serial Parallels, Max Hattler nos muestra la vida cotidiana de una serie de fachadas de torres de unidades residenciales en una temporalidad sintética que nos ofrece una conciencia de su movimiento. En Esfinge urbana de Maria Lorenzo, las notas de un handpan determinan el timing de la imagen que nos muestra lo accidental de su existencia como unidad irrepetible, solo por el hecho bruto de estar en otra parte. Los saltos espaciales son cómplices del montaje frenético para construir relatos urbanos que nos cuentan los muros de Valencia. La puesta en secuencia de estampillas en Post de Lukas Conway, nos ofrece una articulación de microrelatos históricos a partir del movimiento oculto de los objetos ordinarios, ocultos, igualmente.  Adva Santo usa la rotoscopia en Inside de pipelines para mostrarnos un modo de percibir el movimiento cotidiano en una estación central de buses en Israel. Por otro lado, Camila Garcia, nos presenta uno de sus resultados de observasión minuciosa de las fachadas de casas latinoamericanas en Las puertas de la percepción. Acá vemos la fantasía de la reconstitución de la forma original, escondida digitalmente, para simular una realidad incompleta, incípida, que se torna pintoresca, como es “realmente”.

 

También encontramos otro grupo de películas que retoman el sentido clásico de la narrativa para usar sus códigos como parte de experimentos estéticos. En Lights out de Jackub Baniak, el cine negro y el dibujo animado convergen para ser organizados por una banda sonora, que al ritmo del jazz, nos presenta una composición audiovisual basada en la repetición de motivos que alcanzan el climax y la resolución por medio de la pausa. En Fanstamia, Luise Fiedler recurre a un tratamiento expresionista del dibujo animado para contarnos una reflexión crítica sobre la creación artística. La animación en stop motion de un esperpento a escala humana se integra a locaciones reales, con un uso frenético de los actores que recuerda algunas reflexiones filosóficas en películas de Paul Bush, para recrear situaciones dramáticamente hiperbólicas en coherencia con la descomunalidad de la marioneta en Frank de Hue Jen Hung. Finalmente, Little shoes de Juan Camilo González, recoge los resultados más clásicos que rayan con el cliché de las relaciones entre imagen y sonido, en función de la recreación de pequeñas acciones dramáticas que convergen en un final digno de los códigos de la animación infantil estadounidense para exhaltar la mano de obra del proceso artesanal de construcción de zapatos.